martes, febrero 13, 2007

Lisboa é um pêso na memória II (Gastronomía)

Antes de comenzar, tengo que admitir que algún fenómeno extraño se ha producido en este viaje, para que no consiguiésemos encontrar la identidad gastronómica de Lisboa. La guerra de guías de viaje que tuvimos entre nosotros (Anaya Vs. Geoplaneta), las miles de sugerencias que teníamos apuntadas, o simplemente un pésimo criterio, nos acabó llevando a la conclusión de que, no es tan barato comer bien y que la cocina lusa no es tan increíble como nos habían contado. Los restaurantes sugeridos por las guías, son lugares mediocres donde vamos a parar todos los turistas y donde nunca veras un autóctono ni por recomendación. Dos ejemplos claros; la Cervejaria Trinidade, donde a pesar de cenar por un precio razonable, nos cominos el balacao más pesado de nuestras vidas a través de dos tradicionales recetas, el Bacalhau à Brás y el Bacalhau as natas. Total muy típica (para los turistas), antigua y elegante por sus azulejos, pero sin nada que emocione y la haga recomendable. El segundo lugar donde peregrinamos los guiris sin criterio es a La Fabrica. En este caso no resulta de ninguna forma económico y si que por lo menos, se puede hacer una reseña a un plato bastante original: morcilla asada con naranja. Una mezcla tremendamente chocante y sabrosa, que requiere únicamente una morcilla no muy especiada, abierta por la mitad y asada al horno, con unas cuantas rodajas de naranja para acompañar.

Uno de nuestros objetivos era no gastarnos mucho en comidas y cenas, primero porque nuestras economías estaban un poco tocadas por la cuesta de enero y segundo porque nos habían vendido la moto de que comer en Lisboa era muy barato. De hecho se puede comer barato, pero lo primero que tienes que hacer es darle una patada a la guía de viajes que tengas, sea de la editorial que sea. Una vez liberados de esos intereses ocultos, dedícate a observar y si hace falta a seguir con discreción a un nativo, que te puede acabar acercando a un buen restaurante. En nuestro caso, al pasar delante de un restaurante, vimos un gran número de soldados de la marina comiendo allí y eso ya nos pareció un buen argumento. ¡Acierto total! Barato, exquisito y eficaz. Por fin pude comerme un buen pescado a la brasa, con todos los sacramentos que acostumbran a ponerle allí, montañas de patata y verdura cocida. Me fascinó la presentación que hacen de la fruta fresca cuando la pides para el postre. Un experto camarero la monda y te la presenta cortada en finas ruedas, listas para llevar a la boca. Tarjeta del Restaurante Adega Dantas
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En los restaurantes de Bairro Alto y Baixa, es muy típico ver una vitrina que da a la calle, donde se exhiben los pescados del local. Esa ha sido otra estocada a mi moral en cuanto a la gastronomía local. He visto pescados que si se les sometiese a la prueba del Carbono-14, se demostraría que tenían edad como para haber aprendido a hablar. Eso ya te hace descartar muchos de los lugares recomendados, porque es una carta de presentación lamentable. Ni qué decir tiene que todos los lugares donde un camarero intente captarte en la calle, son restaurantes caros para turistas, donde te harán alguna jugada extraña, como cargarte un 10% sobre la cuenta, en base a no se sabe que misterioso concepto.
Una sabrosa y barata opción es hacer un picnic callejero. Justo en la salida de metro de Baixa-Chiado y con el mismo nombre, hay una pastelería donde se pueden comprar a 0,80€ pasteles, tanto dulces como salados. Te los puedes comer allí mismo, pero es un local pequeño y la mejor opción es pedirlos para llevar y buscar un bonito rincón para saborearlos. Los pasteles salados tienen todo tipo de rellenos, atún, pollo, carne… aunque también disponen de los típicos bolinhos de bacalhau. En la versión dulce ofrecen desde los famosos pasteles de Belém (bolos de nata), a bolos de arroz, hojaldres con piña y unas exquisitas palmeras rellenas de yema.
Pasteles salados
La identidad colonizadora de Portugal, hace que nos podamos encontrar con cocinas inesperadas, como puede ser el caso del Restaurante Cartuxinha. Ubicado en la calle São Cristóvão, cerca del Castillo de San Jorge, nos ofrecen la gastronomía local, sumada a la de Santo Tome y Príncipe. Un local minúsculo para 26 comensales, donde lo más significativo es la alegría y simpatía de los santotomenses que lo regentan, además de una carta con precios realmente sorprendentes por lo barato y su agradable calidad. Sardinas asadas por 3,75€, churrasco de pollo por el mismo precio y un sorprendente caçao (cazón) alentejano con hojas frescas de mandioca, servido con arroz por tan sólo 5€. Adelino con su perenne sonrisa, te servirá los platos, haciendo que la prisa no importe y las risas de Belinha, la cocinera, harán que sus platos te parezcan infinitamente más sabrosos de lo que ya son. Al salir una increíble tormenta me impidió sacar fotos en condiciones, aunque más o menos se puede ver la fachada y la carta de la Cartuxinha. Teléfonos: 21 886 29 90 – 964 97 29 56.
En la misma calle esta el Restaurante São Cristóvão, con comida típica de Cabo Verde. Además los sábados, entre las escasas y apiñadas mesas del local, puedes encontrarte a un músico africano que con su guitarra, hace sonar melancólicos temas. Si tenéis planes de visitarlo, recomiendo que lo hagáis a una hora temprana, no porque los lisboetas cenen pronto, sino porque la cocinera acostumbra a pillarse unas tremendas borracheras, que acaban con la señora uniéndose al show del guitarrista. Mi visita coincidió más o menos con ese momento y aunque nos ofrecieron mesa, tras 15 min. de espera disfrutando del espectáculo de la cocinera, decidimos que era más sensato dejarlo para otro momento y nos fuimos.

Otra de las decepciones gastronómicas del viaje, fue la visita al Mercado da Ribeira. Fuimos el lunes por la mañana y nos encontramos un mercado desierto, con un 90% de los puestos cerrados. Me parecería comprensible que los puestos de pescado estuvieran cerrados, ¿pero y los demás? Sólo los puestos de la zona de las flores estaban funcionando más o menos con normalidad, el resto nada. Ahí fue cuando comencé a preocuparme seriamente por la alimentación de los lisboetas. El domingo casi la mayoría de los restaurantes estaban cerrados, tanto para comer, como para cenar. Que raro, ¿como harían para celebrar los eventos familiares? ¿O es que en Portugal no se come fuera en ocasiones especiales como lo hacemos aquí? Con ese pensamiento, decidí fijarme en las costumbres culinarias de los portugueses, para llegar a la conclusión que, a diferencia de nosotros, ellos no tienen tanta costumbre de comer fuera como nosotros y que el concepto de restaurante, es algo relativamente novedoso para ellos. Cuando salen a comer, lo hacen en las populares tascas de comida tradicional, pero según mis conclusiones, lo hacen cuando el trabajo les impide acercase a su casa, que creo que es donde realmente disfrutan de su gastronomía.

Además de visitar mercados y restaurantes, uno de mis objetivos era comprar algunos productos culinarios típicos de la zona (omito el cabreo que supone el tenerlos que meter en la maleta, por la mierda de normativa de seguridad aérea que tenemos ahora). Bueno, en cuatro días no encontré apenas ningún supermercado o ultramarinos (excepto los que venden productos para guiris). Sólo vi un Día % en Bairro Alto, al que entré para encontrarme los mismos productos que puedo encontrar en mi ciudad. Ahí ya me saltaron todas las alarmas, ¿pero que come esta gente? En todas las caminatas que nos dimos por Lisboa, que fueron muchas, solo vi una carnicería, ninguna pescadería y apenas unas cuantas tiendas minúsculas de alimentación con productos muy básicos. ¿Y que paso? que acabamos comprado el piri-piri y los quesos en El Corte Inglés. De traca vamos.
Respecto a los vinos, tengo que decir que soy una autentica profana en el tema y que bebo al más puro estilo chica. Lo único que he tomado en estos días ha sido Casal García, un delicioso vinho verde que acompaño todas y cada una de las comidas, a excepción de alguna botella de Gazela (otro vino verde). El hecho de ser una presunta terrorista, me impidió traerme alguna botella a casa y eso si que me dio una saudade tremenda.

6 comentarios:

Doña Col dijo...

Vaya... Lo pintas crudo chavalica.
Por cierto, unas fotos estupendas. Con tu permiso igual te mango alguna que he visto para pintarla.

garbancita dijo...

Como bien me han dicho en privado, soy una lechona. Lisboa tiene lo que buscaba y más, pero por lo visto, no lo supe encontrar...

¿También pintas? Vaya joya de mujer! Sr. Mundotapas ya la puede usted cuidar bien.

Si las necesitias con mayor calidad, me las pides ;)

kuka dijo...

É pena minha amiga! Os restaurantes que estão nos guias, são os que pagam para isso. Com um amigo(a) indigena verias os melhores sitios da Capital, que a mim não me agrada em termos gastronómicos. Existem cidades em Portugal onde a tradição se mantém.

Anónimo dijo...

no entiendo el ultimo comentario , pero debo decir que las fotos son geniales y el blog tambien
un saludos
www.oktomanota.com

Jorge Guitián dijo...

En Lisboa (como en Madrid, Barcelona o cualquier ciudad con mucho turismo) hay que escapar de las zonas por donde nos solemos mover los visitantes. Otro buen consejo (por las fotos veo que ya te has dado cuenta) es no elegir los sitios más o mejor decorados, que suelen ser muy caros y destinados a la beuatiful people local, y optar por sitios de aspecto más tradicional donde se vea a lisboetas, preferentemente mayores, comiendo. Ahí no se falla. Recuerdo, por ejemplo, haber comido en la zona de la plaza de toros / biblioteca nacional, en el barrio de Estefania o en Amoreiras, en tres o cuatro sitios con aspecto bastante desvencijado por menos de 8 euros por persona y estupendamente.

Restaurantes en Lisboa dijo...

Lo que dice GOurmet Provincias es demasiado cierto.

Yo le digo a todo el mundo que no se preocupen, que entren en cualquier lugar por muy feito que se vea aquí en Lisboa, que seguro quedan encantados con las comidas y los precios!!

Un saludo,
Flavio