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miércoles, agosto 10, 2016

Futurama gastronómico

Hace unas semanas, después de una fantástica cena en el Restaurante Cocinandos de León, charlaba con Juanjo, jefe de cocina y socio del negocio junto a su mujer Yolanda, sobre la importancia de la rotación de la carta. Una de las características que hacen singular a este establecimiento es que cambian la carta íntegramente cada semana. Una seña de identidad que se ha convertido en uno de sus mayores atractivos para el público leonés, que teniendo en cuenta su carisma tradicional, ha acogido con entusiasmo esta fórmula tan dinámica y rupturista en propuestas culinarias.
Después de una velada en la que la sala estuvo a rebosar de público, hablábamos sobre la rápida rotación de los platos en una carta actual y qué conlleva todo ello, cuando los últimos comensales se acercaron a felicitar a Juanjo antes de despedirse. Eran un grupo de unos cinco hombres de mediana edad que se definieron como muy aficionados a la gastronomía, a la que dedican presupuesto y kilómetros. De hecho se habían trasladado exclusivamente desde Bilbao para cenar ese martes en León. Lo que se llama unos disfrutones, vaya.
La enhorabuena era ferviente y auténtica; no sólo habían comido muy bien, sino que además el menú no tenía nada que ver con el que degustaron en su anterior visita, y para ellos eso era lo más. Comenzaron entonces a quejarse de que era frustrante volver a algunos restaurantes de alta cocina y descubrir que, después de 3 meses, no habían cambiado la carta. Para ellos, que viajan de una forma tan exclusiva para disfrutar de la gastronomía, esa circunstancia se estaba volviendo todo un problema. En su lógica deductiva, si un restaurante estrellado como Cocinandos puede hacerlo, lo puede hacer cualquiera.
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