Los congresos gastronómicos han sido fundamentales en el proceso de reconocimiento de técnicas culinarias y su propiedad intelectual. Más o menos, desde que allá por el año 92 el crítico gastronómico Rafael García Santos, presentase en las primeras Jornadas Gastronómicas de Vitoria a un prometedor Ferran Adrià, que cocinó su tuétano con caviar y crema de coliflor, no han parado de mostrarse, sobre un escenario, infinidad de propuestas nunca vistas en un plato. Eventos en los que la prensa especializada y los críticos gastronómicos databan quién, qué y cómo se desarrollaban todas las innovaciones gastronómicas de la cocina de vanguardia.
Estas demostraciones de cocina en directo, fueron fundamentales a la hora de ordenar y adjudicar la autoría de todo el torrente de creatividad culinaria generada en los últimos 25 años, además de un gesto de generosidad, por parte del colectivo de cocineros, que dejó de tener el recelo de los grandes chefs de la escuela francesa, que cocinaban de espaldas con el fin de que nadie supiese cuales eran los ingredientes de sus secretas recetas.
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