Mostrando entradas con la etiqueta vozpopuli. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vozpopuli. Mostrar todas las entradas

martes, mayo 23, 2017

Absurdas tendencias culinarias: de la comida negra al café transparente

Pese a lo absurdo de muchas de las tendencias gastronómicas que se habían pronosticado para este año, muchas se están cumpliendo de forma irremediable y global. Un fenómeno que se fundamenta en las redes sociales y en el codiciado premio de ser el primero en publicar una comida que, en la mayoría de los casos, tiene más valor estético que alimentario.

Resulta sorprendente el alcance mediático que puede conseguir un pequeño establecimiento que cree una elaboración tan sorprendente que todo el mundo aspire a probarla y, por supuesto, a fotografiarla. La profecía de la comida negra, elaborada utilizando como ingrediente el carbón activado, un producto sin sabor, de venta en farmacias, que se usa como blanqueador, para solucionar problemas de gases intestinales y al que también se le atribuyen propiedades depurativas, se ha cumplido de manera casi religiosa.

Panes, helados, macarons, cruasanes, batidos, donuts… (sigue leyendo aquí)

domingo, abril 30, 2017

¿Cuánta gente vive de un restaurante?

Los restaurantes cada vez tienen menos control sobre su negocio: ¿Cuánta gente vive de ellos?
Siempre se habla de la hostelería como uno de los sectores económicos más importantes del país. Favorecido por el turismo y por nuestra propia idiosincrasia,  este colectivo emplea a un nutrido surtido de profesionales más allá de cocineros y camareros. Pero, ¿qué tipo de empresas viven de los restaurantes?

Hace tan solo veinte años, los restaurantes no tenían muchas opciones, ni necesidades, a la hora de promocionarse. Por un lado estaban las Páginas Amarillas, que permitían poner un destacado del establecimiento, llamando así la atención de aquellos que recurriesen a ese socorrido sistema para escoger un restaurante. Y por otro, los anuncios en los periódicos o, en su defecto, un publirreportaje en el que el medio hacía una amable crítica del restaurante.

Un modelo de negocio muy pacífico que permitía centrarse en cocinar y atender a los clientes lo mejor posible. Pero llegó el fenómeno digital y las cosas se complicaron sustancialmente. Más o menos a principios de siglo, todos los restaurantes fueron conscientes de que era necesario estar presentes en Internet, por lo que necesitaban urgentemente una página web. Por fin disponían de una forma innovadora, y muy autónoma, de comunicar a sus clientes una información mucho más amplia y sustancial del establecimiento.



viernes, abril 28, 2017

Verdurismo gastronómico

Hace unos años, nos escandalizaba encontrar fresas en pleno enero, aunque curiosamente encontrábamos del todo normal que hubiese tomates todo el año. Todavía nos quedaba cierta consciencia de la temporalidad y nos extrañaba encontrar esa fruta todavía en invierno. Pero ahora, que damos por hecho que la tecnología y las comunicaciones lo hacen todo posible, nada es capaz de sorprendernos.

Es posible que el mundo sea un lugar mejor desde que podemos encontrar fresas en el supermercado durante todo el año, pero pocos recuerdos son comparables a aquellas primeras fresas que nuestras madres nos daban de postre, en aquellos días en los que las horas de sol alargaban la tarde y se retiraban los abrigos hasta la siguiente temporada. Las fresas, entre otras cosas, sabían a cambio.

Es curioso como de unos años a esta parte, en restauración, se ha instaurado una moda a la que yo llamo el “salto de la reja gastronómico”. Como los fervorosos almonteños que esperan con entusiasmo para sacar a su patrona de romería, muchos cocineros están deseando ofrecer las primeras verduras de temporada.  Un fenómeno comprensible valorando la gran cantidad de productos frescos disponibles y la variedad de platos que se pueden elaborar con ellos. Teniendo en cuenta las muchas rotaciones de carta que se realizan actualmente, la llegada de las verduras de primavera se convierte en todo un acontecimiento culinario.

jueves, abril 27, 2017

Comer con los ojos

El factor estético de la comida cada vez tiene más importancia. En un mundo donde los impulsos visuales han de ser certeros e impactantes, comemos por los ojos de una forma muy diferente a lo que lo hacíamos antes.

Llenar antes el ojo que la tripa o comer con los ojos son expresiones que en su momento hacían referencia a un deseo de comer por encima de las posibilidades físicas del estómago. Son frases que se ajustan a la sensación que se percibe cuando estamos delante de un gran buffet, donde tenemos infinidad de platos para elegir y el placer de mirarlo es la antesala de lo que sabemos será un gran festín.

Si lo pensamos bien, muchos de los mejores platos tradicionales no son lo que se dice especialmente estéticos. Las mejores lentejas del mundo nunca podrán competir a nivel visual, por muy ricas que estén, con la apariencia de los platos contemporáneos diseñados especialmente para cautivarnos por la vista.


Desde aquellas espantosas fotos de raciones y platos combinados que lucían en algunos bares y restaurantes, la fotografía gastronómica ha ido evolucionando hasta convertirse en un lenguaje universal que, a día de hoy, todo el mundo utiliza. Internet, y especialmente las redes sociales, han hecho que podamos ver imágenes de infinidad de platos, caseros o de restaurante, a la par que nos hemos vuelto muy selectivos y exigentes a la hora de valorar la faceta estética del plato. 

martes, abril 25, 2017

En busca del sabor perdido


En el nuevo paradigma alimentario, donde los alimentos tienen propiedades milagrosas que los hacen curativos y depurativos, se ha instalado, entre otras ideas absurdas que, como los ingredientes se deterioran y pierden propiedades cuando son sometidos al proceso de cocinado, hay que acortar los tiempos lo máximo posible.

Quizás sea porque durante muchos años se han sobrecocinado muchos productos, especialmente pescados y verduras, que acababan por perder su textura y delicado sabor cuando se les aplicaban largas cocciones. Una mala práctica que se fue mejorando conforme fuimos conscientes de ello, tanto a nivel doméstico como en restauración, a la par que llegaron nuevas cocinas con registros exóticos, como la japonesa, que proponían puntos tan extremos como el crudo para el pescado.

La ciencia, cada vez más avanzada, nos descubría que muchas propiedades de frutas y verduras, así como carnes y pescados, se degradaban en contacto con el aire, con un líquido o sometidas a calor, y ese conocimiento fue aplicándose a técnicas culinarias, como la cocción al vacío, que permitía recuperar y aprovechar todas esas sustancias que se perdían en el proceso de cocinado.

Realmente, no sabemos a ciencia cierta cuántas vitaminas se pierden mientras miramos medio dormidos el vaso de zumo de naranja recién exprimido, pero a todos nos supone cierta presión saber que el tiempo juega en nuestra contra y que, mientras no hacemos nada, esas valiosas vitaminas que deberían de terminar en nuestro organismo, se están volatilizando.


 

miércoles, marzo 29, 2017

La carne del futuro y el futuro de la carne

Hace unos días se presentaba en sociedad la carne de pollo y pato cultivada en laboratorio. Un paso más después de que, en 2011, se hiciese pública la investigación en la que se anunciaba el advenimiento de la carne artificial a partir de células madre.

Una realidad que se nos está viniendo encima a pasos agigantados, sin saber muy bien cuáles van a ser las consecuencias que provoque este cambio sustancial de producción de carne. Tras el impactante titular de aquella primera hamburguesa elaborada con carne cultivada, para la que se habían invertido más de 245.000€ para conseguir 142 gramos de producto, llegaron noticias realmente inquietantes. Se prevé que para 2020, la carne de laboratorio será una realidad que podremos ver en los lineales de los supermercados por unos 8€ el kilo.

Los argumentos para el éxito de este tipo de carne son imbatibles; el aumento de la producción de carne, que ya no dependerá de recursos del entorno como el agua y el pienso, sumado una disminución drástica de las emisiones de gas metano, las ventajas saludables que supone una carne con menos grasas saturadas y apenas colesterol y lo competitivo de su precio, hacen que se pueda pronosticar un éxito rotundo de este tipo de sucedáneo.

Sucedáneo o el nombre que comercialmente consigan adjudicar a este producto, porque dudo mucho que los ganaderos permitan que puedan denominarlo carne, básicamente por un problema de agravio comparativo. Pero, ¿cómo podrá este importante sector defender su negocio frente a un producto que ofrece tantas ventajas?

Continúa leyendo aquí... 


sábado, diciembre 10, 2016

¿Nutrición en los colegios?


Últimamente no dejo de oír hablar de la urgente necesidad de impartir a los niños clases de gastronomía y nutrición. Un alegato a favor de fomentar el conocimiento sobre la alimentación, dentro del ámbito de la formación reglada, con el fin de solucionar un problema latente que, de no ponerle solución, promete ser de gran envergadura.

Algunas pandemias alimentarias como la obesidad y diabetes comienzan a manifestarse entre los niños, y la voz de alarma ha dado pie a que se fomenten todo tipo de ideas para reconducir los hábitos alimentarios de nuestros infantes. Sin duda, acercar el mundo de la gastronomía y la nutrición desde el ámbito académico puede ser un punto de partida interesante para forzar algunos cambios, pero ¿es ésta la opción más acertada?

Según lo veo, hay formas mucho más interesantes, naturales y efectivas de hacerlo. Mi madre, una de esas mujeres de la transición, no contaba con ningún manual de instrucciones para saber qué debía darme de comer. De forma más o menos intuitiva, junto a los conocimientos que le podía transmitir el pediatra y el entorno más cercano, las madres de entonces sabían darnos todos los nutrientes necesarios para crecer de forma sana y sin riesgo alguno de padecer ningún problema de orden alimentario.

lunes, diciembre 05, 2016

La belicosidad poco inteligente de nuestra cocina



En el verano de 2013 mostramos al mundo, sin pudor alguno, el rasgo más esquizoide de nuestro carácter gastronómico con el paellagate protagonizado por Love of Lesbian y una cebolla. Una cantidad relativamente pequeña de un ingrediente aparentemente inofensivo, que mostraba al mundo los potentísimos y agresivos tabúes con los que defendemos el carisma nuestra gastronomía  y que además nos dejaba retratados como auténticos imbéciles. Actitud de la que nos sentimos tan orgullos que la hemos revalidado con nota en un segundo y reciente escándalo paellístico protagonizado esta vez por Jaime Oliver.

Comencemos por asumir que todos los platos que tienen la capacidad de viajar desde su lugar de origen al resto del mundo, es porque tienen una cierta versatilidad o capacidad de adaptación. Una característica que en sus peores versiones hace que la receta se pueda corromper hasta no tener apenas que ver con la original, pero que permite que podamos recrear una receta exótica tomándonos ciertas licencias a la hora de sustituir productos o de recrear técnicas. Por buena intención que pueda tener a la hora de hacer un pan naan (pan plano indio), es totalmente imposible que pueda realizarlo en mi casa con el reglamentario horno tandoor con el que lo elaboran tradicionalmente en la India. Este sería más o menos el ejemplo.

Asumido ese incontrolable, molesto y relativamente pequeño peaje que han de pagar los platos a la hora de viajar, hay que analizar qué proyecta nuestra gastronomía hacia el exterior, qué beneficios nos aporta y qué control tenemos sobre todo ello. Particularmente, me parece un error de grandísimas proporciones esa actitud arrogante y censora que tenemos con los prójimos gastronómicos, fundamentalmente porque les enseñamos nuestra peor actitud y nada más. Seamos sinceros, ¿no sería más práctico, en vez de ser tan cabezones con la cebolla o el chorizo, insistir en que la paella la hagan con variedades de Arroz de la DO Valencia? ¿Y si orientásemos nuestra actitud cansina a fomentar que se prepare la paella con azafrán español?


miércoles, noviembre 23, 2016

¿Especialización o dispersión gastronómica?

En mayor o menor medida, todos llevamos un prescriptor en nuestro interior al que sacamos a la superficie cuando alguien nos pide que le sugiramos dónde ir a comer en nuestra ciudad. No hace falta ser un reputado crítico gastronómico ni un gran gourmet para hacer una serie de recomendaciones avaladas por nuestro criterio. Lo curioso, cuando hacemos este tipo de sugerencias, es que en la mayoría de los casos optamos por proponer establecimientos muy específicos donde se sirve alguna especialidad muy concreta

Es un patrón que se repite de forma reiterada en cualquier lugar del país y que pone en valor las especialidades gastronómicas como recurso prioritario para diferenciarse y tener éxito. Si alguien nos pregunta, tenemos clarísimos cuáles son los establecimientos a visitar y qué elaboración concreta han de degustar. Enseguida nos viene a la mente alguno de nuestros bares favoritos y la vianda en cuestión por la que todos, o casi todos, vamos hasta allí. Después de ese establecimiento, es fácil que pensemos en tres o cuatro más, cada uno con su especialidad gastronómica concreta, que a su vez se convierte en el motivo indiscutible por el que añadirlo a lista de recomendaciones.

Hay muchos modelos de éxito dentro del mundo de las especialidades, desde el que tiene una sola elaboración que provoca el efecto llamada a su local, para después ofrecer más propuestas gastronómicas, hasta el que tan sólo cocina una única elaboración convirtiéndose en un especialista en el sentido más esencial. También los hay que han diseñado un tipo de elaboración totalmente exclusiva y propia del local, lo que le convierte en un referente al que ir a probar dicha especialidad. El aura culinaria de estos locales es tal, que la gente acude casi en peregrinación, convirtiéndose en destinos culinarios indispensables.


lunes, noviembre 07, 2016

Tendencias y manipulaciones gastronómicas para 2017

Descubre las tendencias gastronómicas de 2017 y de dónde salen
En los últimos días los medios gastronómicos internacionales han publicado las tendencias culinarias que vienen para el próximo 2017. Pronósticos que veremos traducidos y publicados en las próximas semanas, a los que se sumarán además las tendencias propias de nuestra identidad alimentaria.

Un contenido informativo muy atractivo que suele tener muy buena acogida y mucha difusión, pero del que no termino de tener clara la finalidad, ya que pocas veces se cumplen las profecías hechas los años anteriores. No hay que perder mucho tiempo para hacer una búsqueda de las tendencias 2016 y comprobar que muchas han sido pequeñas burbujas y otras ni siquiera llegaron a ser realidad.

Pero de ¿dónde vienen las tendencias gastronómicas?, ¿nacen o se hacen?, ¿quién las crea? Existen diferentes fuentes de las que se nutre la tendencia, una de ellas son las agencias de comunicación que trabajan para los grandes lobbies alimentarios, colectivos de todo tipo o empresas. Estas agencias generan notas de prensa que mandan a los medios de comunicación y estos se encargan de publicarlo como noticia sin contrastar demasiado (o nada) la información.

Hay que fijarse en el matiz de cómo una información promocional pasa de pronto a convertirse en una noticia, algo que no ha pasado desapercibido para algunos medios críticos ingleses que descubrían hace unos días una noticia tendenciosa que promovía el consumo de tarta de chocolate en desayuno. Avalado por estudios que garantizaban que el cacao aumentaba la capacidad cognitiva y ayudaba a adelgazar, se demostró que la supuesta noticia no era sino una información convenientemente manipulada procedente de la agencia de comunicación de varias grandes empresas de repostería industrial.



martes, octubre 25, 2016

El empoderamiento del cliente gastronómico


El cliente siempre tiene la razón” es una frase que tiene su origen en unos grandes almacenes que, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX según diferentes teorías, pretendía estimular y dar confianza a los compradores de estos incipientes negocios. Una expresión que ha sido tomada por muchos como un dogma de fe, hasta el punto de acoplar a esta sentencia una segunda que dice que “si el cliente no tiene la razón, vuelva a leer la primer a norma”. Casi nada.

El cliente ha evolucionado mucho desde entonces, especialmente en la última década donde el marketing ha desplegado todo su poder, implicando valores, principios y emociones en sus mensajes, con el fin de provocar el deseo de compra a través de nuestros ideales. Los actores siguen siendo los mismos, pero el cliente ahora es el rey porque así lo han decidido las marcas que ahora, quieren proyectarse de forma seductora ante un comprador al que han adulado otorgándole un poder desproporcionado. La actitud frente a la competencia comenzó entonces a ser un juego donde al cliente se le halaga por no ser tonto, dándole a entender que existen dobles tarifas y que las ofertas de una empresa implican que la competencia pretende tomar el pelo al cliente.

En medio de una situación económica crítica, mantener a los clientes era algo fundamental y la actitud de quien hasta entonces no había tenido problemas de público, fue la de comenzar a preocuparse por asegurarse la clientela. Para complicar más el problema, la presencia de las redes sociales implicaba preocuparse por la gestión de esa faceta del restaurante que llegó a sus negocios sin pedir permiso. Con el miedo a una situación incierta y el desconocimiento de un nuevo soporte de comunicación, que parecía tener una fuerza imparable (e incomprensible para muchos en aquellos años), los restauradores necesitaron de la ayuda de expertos para desenvolverse en ese nuevo estatus donde, como proveedor, estaba expuesto a todo tipo de demandas y críticas.


martes, octubre 18, 2016

La mala memoria del hambre (de la abuela)


Dos reflexiones me han hecho darme cuenta que, cuando hablamos de la cocina de la abuela, nadie tiene antepasados que hayan pasado hambre. La mayoría de la gente tiene abuelas que han trasmitido con rigor y orgullo un sabroso y suntuoso legado culinario, a través de recetas cristalizadas e inviolables en fondo y forma. Pero lo más sorprendente es que todo el mundo parece proceder de familias altamente acomodadas, que eran las que en otras épocas se podían permitir preparar ciertas recetas, y las defienden como si fuese la más valiosa de sus herencias.

Se nos ha subido tanto el papel de clase media a la cabeza, que hemos hecho un lavado de imagen a nuestros antepasados, a los que sólo arrimamos la palabra hambre cuando se trata de poner en valor el ingenio y la creatividad gastronómica que nos ha llevado a la grandeza de la que hoy hacemos (recurrentemente) gala. De hecho frivolizamos sobre el hecho gastronómico del hambre, sin pararnos a pensar en la angustia que tiene que suponer conseguir alimentos, de escaso valor nutricional, para intentar preparar con ellos un comistrajo que sea medio comestible para poder alimentarse.

Nuestras abuelas vivieron momentos muy duros, pero tan solo una generación antes, la de nuestras bisabuelas, la situación era mucho peor. Eran las herederas de un mundo donde la supervivencia estaba a la orden del día.
El régimen señorial había caído y las desamortizaciones habían liberado algo de suelo, pero por aquel entonces más del 60% de la población eran campesinos. En ese entorno rural, la mayoría de nuestros antepasados eran labradores, jornaleros o pastores, y a pesar de poder disponer de algún terreno propio con el que mejorar su subsistencia, los más afortunados, la gran mayoría trabajaban para otros.

Tiempos en los que, a pesar de ser un país fundamentalmente rural, la falta de desarrollo agrícola, las sequías e inundaciones y las plagas, hacen que las malas cosechas traigan tras de sí importantes hambrunas. Son tiempos en los que los potajes de legumbres configuran un mapa gastronómico por todo el territorio, pero también una época en la que se comienza a escuchar los nombres de terribles enfermedades neurológicas relacionadas con el consumo excesivo de legumbres. Cicerismo, cuando la intoxicación es por garbanzos cocidos, latirismo cuando es por la ingesta de almortas o odoratismo cuando es por comer harina de guisantes.

De hecho, no existe el concepto de historia de la cocina española hasta que, muy a finales del siglo XIX, algunos ilustres de la época deciden recopilar información gastronómica de diferentes zonas, con un fin divulgativo para los viajeros foráneos. Anteriormente, las recetas que se pueden encontrar están vinculadas a la aristocracia y al clero, que eran quienes documentaban ese tipo de material, no sólo para que trascendiese, sino como manual para que otros preparasen las viandas. Ese sector social sí podía permitirse elaborar recetas al pie de la letra, pero nuestras bisabuelas… lo dudo mucho.

Las recetas que han trascendido están más vinculadas a eventos religiosos que a un tema puramente gastronómico. Todo lo relativo a la matanza tenía un gran sentido ritual, y las recetas que la rodean son muy estáticas, pero gran parte de la puesta en escena tenía como fin una exhibición de religión católica. Lo mismo podríamos decir de los platos de vigilia, impuestos por un modelo moral que no daba opciones, aunque los pobres no tuviesen mucho problema en no comer carne esos días, ya que no era un alimento muy habitual en su dieta.

Quizás el plato que mejor retrata el hambre de nuestros antepasados, y su poco interés por el rigor gastronómico, es la tortilla de patata. Dos de sus versiones nos dejan claras las penurias que pasaron nuestros tatarabuelos. Por un lado el híbrido entre tortilla y pan de patata que se dató en Extremadura en 1797, que no fue otra cosa que una maniobra de promoción de la patata que, realizaron los nobles terratenientes y la iglesia, y que a través de los sermones dominicales fueron adiestrando a los campesinos en el cultivo y consumo de la patata, que hasta hace poco había sido considerada comida para animales.

La segunda versión, más similar a lo que hoy conocemos como tortilla de patatas, aparece referenciada en un memorial de ratonera- una especie de buzón de sugerencias anónimas a la Cortes de Navarra, para exponer determinados conflictos o peticiones del año 1817-, donde, lejos de describirse la tortilla como una receta, se usa para describir la situación de desesperanza y desamparo que se vivía en aquella época en la zona media de Navarra. La tortilla de patata es una adaptación de las elaboraciones que se preparaban engañando la receta con pan o cualquier alimento consistente que permitía conseguir más ración.

Si por un momento nos pusiéramos en la situación real en el que vivieron nuestras bisabuelas, quizás nos diésemos cuenta lo ridículo que resulta decir que una determinada receta se ha hecho así de toda la vida. El otro día lo escuchaba mencionar a su bisabuela a un valenciano, para afirmar rotundamente que la receta de la paella valenciana es, ha sido y será, tal y como dicen los valencianos, pasando por alto todo un conjunto de hechos que nos dicen que no es posible que fuera así.

Que un campesino medio dispusiese de todos los ingredientes con los que elaborar una suculenta receta, era prácticamente imposible y la necesidad de alimentarse hace que no se le hagan ascos a nada, así que resulta obvio que hemos maquillado un poco la forma de comer de nuestros ancestros.

Antiguamente, antes del desarrollo rural, había motines por el pan, un alimento básico que traía de cabeza a la población por las recurrentes subidas de precio, producidas por sequías, plagas o simple codicia. En la etapa industrial había un notable interés informativo por el concepto económico de la bolsa de la compra, donde se detallaban, por su valor social, el precio del pan, leche, huevos, patatas y otros productos de primera necesidad. A día de hoy, en la era de internet, nos preocupa mucho más que los alimentos no tengan gluten, no se hayan manipulado genéticamente o que sean ecológicos. Algo que provocaría un profundo asombro entre nuestros abuelos y bisabuelos.

Vivimos en un mundo desvirtuado donde nuestro “pasar hambre”, es comprar en los supermercados de precios bajos que presumen de su filosofía premium y trasladan a la sociedad que cualquiera con una economía mediocre puede comer productos con la etiqueta gourmet. Me divierte pensar que si nuestras bisabuelas escuchasen lo que decimos sobre la gastronomía, la cocina de la abuela o las recetas tradicionales, nos darían un bofetón… pero con toda la palma abierta.

martes, octubre 11, 2016

Las falacias de los clichés en la gastronomía

En los restaurantes de alta cocina la gente se va con hambre”, este es uno de los clichés gastronómicos más extendidos y el que más me enerva por estar fundamentado en la necedad y la ignorancia más simple. Una de esas opiniones absurdas y carentes de todo tipo de base y argumento cuya penetración social es totalmente sorprendente, ya que quien fomenta este tipo de opiniones casi nunca ha pisado un restaurante de este tipo. Pero decirlo es gratis y si algo gusta en este país, es hablar de lo que no se sabe y de paso cuestionar la honestidad y credibilidad de quien ha triunfado en su ámbito profesional. 

Es probable que muchos de los que insisten una y otra vez en que la alta gastronomía es un timo, necesiten un motivo más allá del económico para justificar porque no van a este tipo de establecimientos. Muy mezquino pero muy real; como no puedo permitirme (o no quiero) pagar ese tipo de comida, descalifico al restaurante por no dar de comer en cantidad y cuestiono al cocinero que seguro estará aprovechándose de esa gente tan snob a la que le gusta comer bien. Reducen todo a un escenario donde el cliente es imbécil, el cocinero un jeta y ellos, al más puro estilo cuñadista, son los únicos listos que se han dado cuenta del engaño

El problema de estos cretinos, que fomentan este tipo de pensamientos, es que son muchos y están por todas partes, por lo que crean una falsa ilusión de tener razón. Pero esta es una falacia muy fácil de desmontar, tan sólo hay que realizar un par de indagaciones, para darse cuenta de que los datos son tan elocuentes, que el mito se cae solo. ¿Cuánta comida sirven en un menú de alta cocina? 

Lo suyo es dejar de usar términos ambiguos y subjetivos, para comenzar a analizar exactamente cuánto se come en un gran restaurante. Y para eso, nada mejor que recurrir a los propios restaurantes y pedir información del peso total del menú. Un dato muy revelador que delata que los gramajes totales de una comida están muy por encima de una comida rutinaria y estándar que tendría un peso aproximado de 500 gr. 


lunes, octubre 10, 2016

La cocina de la abuela

No hay una conversación que se precie sobre cocina en la que no se haga alguna referencia a una de las entelequias más poderosas y sagradas de la gastronomía, la cocina de la abuela. Una señora octogenaria que nuestra memoria colectiva ha dibujado como entrañable y afectuosa, que nos nutre con su infinito amor y con sus increíbles recetas tradicionales. Recetas a las que siempre les rodea un halo de misterio, como si las abuelas supiesen algo que nos sabemos los demás, como si le pusieran un ingrediente que no nos confiesan, como si tan sólo con cumplir años se cocinase mejor. 

No dudo que habrá abuelas que cocinen increíblemente bien, pero también las hay que cocinan fatal. Mi abuela materna sin ir más lejos. No es que cocinase mal, sino que era una mujer de carácter profundamente asceta a la que sus principios religiosos le dictaban austeridad culinaria. El legado culinario que me llegó de ella fue prácticamente inexistente, así que carezco del mítico recuerdo del olor que brotaba de suculentas marmitas mientras mi abuela me explicaba los más secretos trucos de su ancestral cocina. Siempre le agradeceré que me dejase una sólida herencia en valores y principios, pero en lo culinario, nada de nada. 

Será que me tocó el garbanzo negro de las abuelas cocineras o quizás hemos creado una figura mitológica que ha terminado por írsenos de las manos, hasta el punto que el concepto de la cocina de la abuela ya es un recurso utilizado, sin bochorno alguno, por grandes cadenas de comida rápida. De hecho la abuela ha sido el gran contrincante de la cocina contemporánea. Da igual si se hablaba de cocina actualizada, vanguardia culinaria, cocina de autor o, peor, cocina molecular, en seguida alguien sentaba a la abuela en una mecedora y la incluía en la conversación con el fin de tumbar todas las teorías que defienden la cocina actual. La abuela se ha convertido en un ser legendario que desaprueba con gesto de disgusto las técnicas contemporáneas y mientras que, con una mirada en la que no puede haber más amor, nos ofrece potajes de cuchara. 

La abuela se ha convertido en un ser legendario que desaprueba con gesto de disgusto las técnicas contemporáneas y mientras que, con una mirada en la que no puede haber más amor, nos ofrece potajes de cuchara. De hecho, hubo quien habló en términos de advenimiento cuando, al comenzar la crisis económica, se pronosticó, al más puro estilo redentor, el retorno de la cocina de la abuela. La yaya regresaba para desenmascarar y llevarse por delante a todos esos cocineros ‘esferificadores’ que, con sus técnicas satánicas, habían intentado desplazar su tierna imagen de anciana oronda y sonrosada con delantal.


Ella sería la que reventaría la burbuja gastronómica y la que pondría de nuevo todo en su lugar. No hay más que hacer una búsqueda rápida de los artículos publicados en su momento, con el cuchareo como pronóstico absoluto e indiscutible, para darse cuenta del empoderamiento que adquirió el concepto de la cocina de la abuela durante esos años.

El caso es que esta es una tendencia que nunca llegó a hacerse realidad, fue más fervor que otra cosa. Porque lo cierto es que, no se han abierto un número espectacular de negocios de cuchareo y cocina tradicional. Ni espectacular ni normal. De hecho han cerrado algunas de las referencias históricas de este tipo de cocina, porque en muchos casos no hay un relevo generacional y los cocineros más jóvenes prefieren cocinar en clave moderna usando ingredientes de todos los rincones del mundo, con técnicas mucho más innovadoras y efectistas.

Y es que la defensa de la cocina de la abuela es puro postureo. Si no, no hay forma de poder explicar el tremendo auge de establecimientos de cocina panasiática, panamericana o ‘panaloquesea’, a la par que los restaurantes de cocina tradicional van quedándose poco a poco como aisladas instituciones culinarias. De hecho, la dichosa abuela no es nadie si no hay un cuñado en la conversación.

Es el perfil del cuñado el que suele usar el recurso de la cocina de la abuela de forma recurrente, sin que le cree conflicto alguno explicarte después como sujetar correctamente los palillos en mientas comes sushi en un restaurante japonés al que él te ha llevado.

La figura de la abuela, tal y como la conciben algunos, es totalmente estéril. Primero porque se le enfrenta una y otra vez con otros estilos culinarios con los que jamás ha habido conflicto, básicamente porque son descendientes directos de esa cocina de tradición. Y segundo, porque se le ha adjudicado un aura de cocinera justiciera, cuya misión por encima de todo, es devolver el equilibrio al cosmos gastronómico que se ha visto sometido en los últimos tiempos por el lado oscuro de la modernidad.

Si dejamos al margen ese modelo de abuela hecha a medida para dar por saco, que sólo defiende determinados intereses y contrapone otros, la cocina de la abuela es un concepto clave para mantener el legado culinario. La gente cada vez cocina menos platos tradicionales en casa, es algo que se ha ido perdiendo con el tiempo y que no tiene pinta de que se vaya a solucionar, por lo que nos colocamos en la antesala de un escenario en el que comer determinados platos sólo se podrá hacer en un restaurante, porque el conocimiento doméstico ya no recogerá ese tipo de recetas. 

Estamos en un momento crucial, un momento en el que dos generaciones tienen que mantener el compromiso de ceder el testigo cultural de unos a otros, y hacer que el conocimiento culinario se perpetúe. Una trasmisión cultural que ha de producirse de una manera realista para que muchos grandes platos no se conviertan en piezas de museo o, peor, sufran mutaciones aberrantes, con la idea de actualizarlas y darles un toque moderno, de las que nunca se puedan recuperar. Pero para conseguir ese fin no vale con usar a la abuela como entelequia, hay que hacer uso de su conocimiento y experiencia.

Un ejemplo de lo que estoy hablando es un restaurante del estado de Nueva York que ha querido ir un poco más allá del tópico de hacer cocina de la abuela. Y es que, la forma más honesta y digna de decir que ofreces ese tipo de cocina es que, quien la cocine, sean realmente abuelas. Abuelas que han hecho una y mil veces las mismas recetas con gran éxito, y que quieren que su cocina sea una realidad que se pueda saborear.

La Enoteca María se vanagloria de su brigada multicultural de abuelas, a las que ofrece la posibilidad de ceder su legado culinario a través de un puesto de trabajo, a la vez que reconoce desde la admiración sus habilidades gastronómicas. Una muestra brillante de como la cocina de la abuela puede ser una realidad de la que todos nos podemos beneficiar, mientras que nos alejamos de esa abuela censora que impone una cocina polarizada, llena de falacias y prejuicios sin sentido.

viernes, agosto 12, 2016

Gastronomía en pareja

Mayte López y Juan Carlos Trujillo
Ella se llama Yolanda, él se llama Juanjo, ambos son jefes de cocina y propietarios del Restaurante Cocinandos de León, y son pareja. Se conocieron hace más de 20 años cocinando en el Restaurante Arzak, ambos habían estudiado cocina y el destino quiso que el amor surgiese al calor de los fuegos de uno de los restaurantes más prestigiosos del mundo. Pasearon juntos su amor y sus cuchillos cuando pudieron y sortearon los kilómetros que les separaban para verse entre servicios y días sueltos, hasta que decidieron consumar su proyecto personal y profesional en su propio restaurante.
El logo de Cocinandos es muy simbólico y explícito; dos cocineros, que se respaldan uno a otro, con todo su campo de visión libre. Sin invadirse en lo profesional, pero guardándose las espaldas uno al otro, así es la filosofía de Yolanda León y Juanjo Pérez. No hay más que ver que es ella la mediática de la pareja, y él no puede estar más encantado cuando le toca ejercer el papel de cocinero consorte.
Un caso muy parecido al de Aizpea Oihaneder y Xabi Díez, que también se conocieron cocinando, por la misma época, en el Restaurante Arzak. De su idilio entre ollas y sartenes, nacieron su hija y el Restaurante Xarma, del que ambos son jefes de cocina. La sorpresa es que, desde hace varios años, lo hacen como pareja separada. Ambos han rehecho su vida, e incluso alguna de sus actuales parejas ha trabajado en el negocio, pero siguen haciendo equipo para codirigir la cocina de Xarma. Tampoco Xabi tiene ningún problema en que Aizpea tenga su propio programa de cocina en Eitb.
Y hablando de Arzak, tampoco se podría contar su historia sin mencionar aMaite Espina, madre de Elena Arzak y exmujer de Juan Mari Arzak. Pieza fundamental del restaurante desde la incorporación del cocinero al restaurante familiar, a final de los años 60, Maite continuó trabajando en la sala del Restaurante Arzak, al margen de su divorcio y nuevo matrimonio del chef vasco.

miércoles, agosto 10, 2016

Futurama gastronómico

Hace unas semanas, después de una fantástica cena en el Restaurante Cocinandos de León, charlaba con Juanjo, jefe de cocina y socio del negocio junto a su mujer Yolanda, sobre la importancia de la rotación de la carta. Una de las características que hacen singular a este establecimiento es que cambian la carta íntegramente cada semana. Una seña de identidad que se ha convertido en uno de sus mayores atractivos para el público leonés, que teniendo en cuenta su carisma tradicional, ha acogido con entusiasmo esta fórmula tan dinámica y rupturista en propuestas culinarias.
Después de una velada en la que la sala estuvo a rebosar de público, hablábamos sobre la rápida rotación de los platos en una carta actual y qué conlleva todo ello, cuando los últimos comensales se acercaron a felicitar a Juanjo antes de despedirse. Eran un grupo de unos cinco hombres de mediana edad que se definieron como muy aficionados a la gastronomía, a la que dedican presupuesto y kilómetros. De hecho se habían trasladado exclusivamente desde Bilbao para cenar ese martes en León. Lo que se llama unos disfrutones, vaya.
La enhorabuena era ferviente y auténtica; no sólo habían comido muy bien, sino que además el menú no tenía nada que ver con el que degustaron en su anterior visita, y para ellos eso era lo más. Comenzaron entonces a quejarse de que era frustrante volver a algunos restaurantes de alta cocina y descubrir que, después de 3 meses, no habían cambiado la carta. Para ellos, que viajan de una forma tan exclusiva para disfrutar de la gastronomía, esa circunstancia se estaba volviendo todo un problema. En su lógica deductiva, si un restaurante estrellado como Cocinandos puede hacerlo, lo puede hacer cualquiera.
Continúa aquí...

martes, agosto 09, 2016

Cocineros apasionados Vs. cocineros honestos

Uno de los cambios silenciosos que ha sufrido la gastronomía en los últimos tiempos, es la práctica desaparición de la crítica y de los críticos gastronómicos

Un hecho sutil y contemporáneo, que poco a poco ha ido desplazando el criterio y los argumentos a favor del mundo del marketing. Un momento singular, gracias a las nuevas formas de comunicación, en el que profesionales de la crítica y de la cocina comparten escenario divulgativo, siendo totalmente novedoso que los cocineros puedan comunicar por sí mismos de una manera cercana y directa, sin que sea expresamente necesaria la figura de un crítico para llegar a su público potencial.

El cocinero ha pasado de sentirse cuestionado por la crítica y no tener el control de su imagen, a dirigir su marca desde aspectos completamente nuevos. Parte del nuevo análisis culinario es un gran algoritmo cuyo origen son cientos de opiniones de bajo impacto, con las que crear un dato que posicione el restaurante, como por ejemplo hace TripAdvisor. Ya no importa lo que opine un señor serio con corbata, la información es ahora una gigantesca media aritmética generada por no se sabe quién ni con qué criterio, pero es anónimo y nos quita de esa incomoda sensación de cuestionar a nuestros, ahora ya, amigos cocineros.

Porqué esa es otra. La distancia afectiva entre crítica y cocina siempre había sido lo suficientemente amplia como para un crítico se pudiera poner por encima de un cocinero, algo que siempre les ha sentado a rayos, pero que formaba parte del paradigma de fiscalización y promoción que todos aceptaban. Pero ahora los chefs no necesitan per se el aval de la crítica, porque son figuras cercanas, accesibles y sus méritos culinarios cuentan con la admiración del gran público, que los ha conocido mucho más íntimamente después de todo el boom televisivo.

Continúa aquí...

domingo, junio 19, 2016

Cocaína sin gluten en la alta gastronomía


El desquiciado prestigio de la comida sana

Hace poco, charlaba con un grupo de cocineros con estrella Michelin sobre dos valores que últimamente planean sobre la alta gastronomía: la salud y la sostenibilidad. Dos términos de rabiosa actualidad, a nivel general, que han penetrado en el sector culinario a golpe de tendencia.

La sociedad parece estar muy preocupada, por lo menos mediáticamente, por aspectos relacionados con lo saludable y ético que es lo que comemos, y el fenómeno ha terminado por penetrar en la cocina. Personalmente, son dos principios que me parecen nobles y a los que creo que todos debemos aspirar (aunque haya argumentos totalmente desquiciados al respecto, que no comparto en absoluto, como la fobia y desprestigio indiscriminado del gluten), pero que quizás haya que plantearse si tienen cabida en todos los contextos.

La sostenibilidad es un tema difícil de abordar ya que, bajo el paradigma de que la sostenibilidad es el equilibrio de una especie con los recursos de su entorno, la nuestra es una especie poco sostenible. Y más si hablamos de alta cocina, ya que se sofistica con elementos accesorios (vajilla, interiorismo, aparcacoches, etc…) que lo encarecen innecesaria y notablemente. La alta cocina tiene que tener ese punto aspiracional que nos permite tomarnos la satisfactoria licencia de sentirnos especiales cuando visitamos uno de esos establecimientos. Porque si no, lo más sostenible sería celebrar un aniversario en casa en vez de en un restaurante, ¿no? 

jueves, junio 16, 2016

Congreso de cagadas

Congreso de cagadas - VozPopuli
Los congresos gastronómicos han sido fundamentales en el proceso de reconocimiento de técnicas culinarias y su propiedad intelectual. Más o menos, desde que allá por el año 92 el crítico gastronómico Rafael García Santos, presentase en las primeras Jornadas Gastronómicas de Vitoria a un prometedor Ferran Adrià, que cocinó su tuétano con caviar y crema de coliflor, no han parado de mostrarse, sobre un escenario, infinidad de propuestas nunca vistas en un plato. Eventos en los que la prensa especializada y los críticos gastronómicos databan quién, qué y cómo se desarrollaban todas las innovaciones gastronómicas de la cocina de vanguardia.

Estas demostraciones de cocina en directo, fueron fundamentales a la hora de ordenar y adjudicar la autoría de todo el torrente de creatividad culinaria generada en los últimos 25 años, además de un gesto de generosidad, por parte del colectivo de cocineros, que dejó de tener el recelo de los grandes chefs de la escuela francesa, que cocinaban de espaldas con el fin de que nadie supiese cuales eran los ingredientes de sus secretas recetas.

lunes, junio 13, 2016

Gastronomía en hoteles y desayunos mediocres

Hace unos días visitaba el Hotel Los Monteros de Marbella, el primer establecimiento hotelero en España en recibir una estrella Michelin en su Restaurante El Corzo. Corría el año 1974 y cocineros como Juan Mari Arzak comenzaban su camino a la consagración con su primera estrella, al igual que la conseguía el Restaurante Zalacain, el que fuera conocido como el primero en conseguir los codiciados tres macarrones. Por aquel entonces la restauración, especialmente la de los hoteles, era muy diferente a la que conocemos hoy en día. El sistema de brigada de cocina que, a finales del siglo XIX, instauró Escoffier en los hoteles, en colaboración con César Ritz, fue el modelo imperante durante décadas: un equipo humano de grandes dimensiones, muy jerarquizado, que era capaz de satisfacer la incesante demanda gastronómica de calidad que solicitaban los huéspedes de los grandes hoteles. Un modelo que se trasladó posteriormente a gran parte de las cocinas de todo el mundo, dentro o fuera de un hotel.
Durante mucho tiempo el sistema funcionó, hasta que los clientes comenzaron a encontrar más interesante lo que culinariamente sucedía fuera del hotel, que ofrecía de forma monótona y recurrente una gastronomía trasnochada y cargada de clichés. Entonces, llegó el momento en que nadie concebía el hecho de ir a comer deliberadamente a un hotel, excepto si vas a desayunar después de alojarte o te han invitado al banquete de una boda. Soy consciente que, generalizando, me llevo por delante unos cuantos hoteles que históricamente han dado bien de comer, pero siempre con ese aura de solomillo Wellington y salsa Colbert.