Hace unos días, asistía a un encuentro de profesionales del mundo del vino, la comunicación y el marketing organizado con el fin de analizar cómo de eficaz resulta el discurso del vino de cara a cautivar al consumidor tanto nacional como internacional. Una reunión con un reducido número de miembros que nos posicionamos en función de nuestra relación con el sector, algo que marca la servidumbre o la libertad con la que cada cual analiza el problema.
Según lo veo, el mundo del vino, entendido como esa entelequía formada por bodegueros, enólogos, sumilleres, catadores y expertos en general, lleva años queriendo cambiarlo todo sin modificar nada. Parece que, por el hecho de repetir como un mantra para beber vino sólo hace falta que te guste, el consumidor vaya a sufrir una metamorfosis y comience a consumir vino en cantidad y calidad. Pero eso no ha pasado, ni tiene pinta de que vaya a suceder, a tenor de los datos que nos indican que en España, en 40 años, el consumo de vino se ha reducido de 65 a 17 litros y poco por persona y año.
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