Los que me conocéis, me habéis oído o leído contar más de una vez sobre cómo mi vocación gastronómica se forjó en Hendaia, donde mis padres decidieron secuéstrame injustamente (aunque os cueste creerlo yo era muy buena chica) cada fin de semana de mi adolescencia. Hendaia es precioso pero allí se aburren hasta las piedras y mi única escapatoria era irme de compras a los supermercados de la zona, que era muchos y muy surtidos de producto desconocidos todavía por aquí.
Una de las cosas que más me llamó la atención es que los franceses de aquella época pagaban sus compras habituales con cheques. Un sistema un tanto vulnerable desde mi óptica, pero que era (y sigue siendo) norma de pago en el país galo. No sólo me resultaba inseguro, porque en el momento no se puede certificar la existencia de fondos en la cuenta, sino poco práctico el estar rellenando y firmando un cheque por cada diminuta compra que hagas en un supermercado.
Ahí es donde me di cuenta lo que nos gusta aquí el dinero plástico, y lo relativamente fácil que resulta utilizar ese sistema. Ni que decir tiene que, en cuanto tuve la edad oportuna, me abrí una cuenta en el Crédit Agricole y solicité mis correspondientes cheques. Todavía recuerdo lo elegante que me resultaba mi chequera con su funda azul verdoso, y el placer que me daba mirar y tocar mis bonitos cheques en blanco, que tenían de fondo dibujos antiguos de animales silvestres.
Lo sorprendente es que veinticinco años después, sigo viendo a los franceses pagar sus compras con cheques, especialmente a la gente mayor. Un fenómeno que se hace extraño porque la tecnología de los sistemas actuales hacen que el pago cada vez sea más cómodo, seguro y con más garantías para ambas partes. En cierto modo, me parece que hay cierto romanticismo en entregar un papel avalado por la honorabilidad de tu firma, pero creo que ese sistema aquí no hubiese durado ni una semana. Nos hubiéramos puesto todos a repartir cheques como si fuese cromos… ¿qué no?
Todo esto me ha venido a la mente después de leer un artículo de Eater donde se habla de los restaurantes sin efectivo en EEUU. Un fenómeno que tiene cierta trayectoria y que parece ser el modelo de pago que se instaurará antes o después a nivel global. Es posible que nos cueste hacernos a la idea de prescindir del efectivo, pero si nos paramos a pensarlo, es mucho más probable que lleves tarjeta y no dinero en efectivo, que al revés. La tarjeta, a no ser que te la olvides, siempre la llevas encima.
Por otra parte, está la comodidad de los establecimientos que no tienen que manejar un elemento un tanto conflictivo por su golosidad. Es cierto que lo ideal es que los empleados fuesen honestos a la hora de manejar el efectivo del negocio donde trabajan, pero lo cierto es que se trata de una tentación que pasa constantemente por sus manos y de la que algunos no consiguen resistirse. En algunos modelos de negocio, el problema es tan grave que se tiene que recurrir a máquinas expendedoras de monedas y billetes para que los empleados no manejen ningún tipo de cambio.
El uso de tarjeta, u otro tipo de pago virtual, se impone irremediablemente en los nuevos modelos de reservas en los que es necesario un prepago que garantice el compromiso del cliente de asistir a la comida acordada. Aunque no se comunique explícitamente, el pago en restaurantes como DiverXo implica la obligatoriedad del pago, aunque sea de parte del menú, con tarjeta. Un sistema utilizado como estrategia para evitar el odioso “no show”, que tanto perjudica a los restaurantes, y que equipara el prepago de la comida con la reserva de una entrada para cualquier tipo de evento como teatro o fútbol.
Es cierto que en USA la obligatoriedad de pagar con tarjeta crea graves problemas de discriminación, ya que allí conseguir una tarjeta de crédito requiere de un trámite más exigente y resulta muy difícil que determinados sectores de la sociedad puedan conseguirlas. Un problema de segregación y clasismo que no tendría que afectar por esas latitudes, ya que somos uno de los países más aficionados al dinero plástico, y donde se consigue con relativa facilidad. Aquí tenéis un estudio
del Banco de España donde se analizan, con reveladores gráficos, datos sobre transacciones pagadas con tarjeta, retirada de efectivo en cajeros, tarjetas en circulación y parque de cajeros.
Está claro que la tarjeta ya no es sólo un sistema de pago, sino una garantía de compromiso en ciertas transacciones comerciales, como en el caso de la reserva de un restaurante. Pero volviendo al principio, ¿os imagináis el modelo de pago francés con cheques en los restaurantes de aquí? Supongo que más de un hostelero se estará llevando las manos a la cabeza solo de imaginarlo ;)
Hola! yo vivo en Hendaya desde hace años y si que veo que ya en muchos establecimientos ahora no admiten cheques, y también que se utilizan menos en el supermercado, antes era habitual, ahora es raro, de todas formas me voy a fijar más.
ResponderEliminarYo no me aburro nada pero claro, imagino que si me hubieran llevado mis padres con 17 años otro gallo cantaría. Saludos!
Impresionante tu blog
ResponderEliminarEnhorabuena!!