Todo buen conquistador sabe que para que triunfe una invasión, hay que conseguir hacerse con el punto estratégico de la ciudad; la zona más alta. Han sido varias mis incursiones en las últimas semanas a la provincia de Alicante, y desde el primer momento tenía claro que mis maniobras iban a comenzar por ocupar la atalaya de la capital, el Restaurante La Ereta. Además decidí que fuese con nocturnidad y alevosía… vale, puede no resultar muy elegante, pero cuando una se pone un vestido mono y unos buenos tacones, los enemigos te lo perdonan casi todo.
Allí que me plante con mi escudero el periodista Antonio Llorens, gran conocedor de la cocina de Dani Frías, y la mejor compañía posible para descubrir las peculiaridades de la gastronomía alicantina. Reconozco que mis pretensiones de conquista eran un tanto temerarias, fundamentalmente por un gran desconocimiento del terreno y del “rival”. Una que se pensaba que la oferta culinaria alicantina se centraba fundamentalmente en satisfacer a turistas sin criterio, y resultó que su patrimonio de productos exquisitos y singulares, otorgan a la provincia una idiosincrasia digna de destacar. Por poner algunos ejemplos: lisones, serrajones o camarrojas (hierbas silvestres que ilustran las ensaladas de la zona), alcachofas servidas crudas, salazones de pescado y sus huevas (algo dificilísimo de ver en una pescadería de mis latitudes), o el exquisito pulpo seco a la brasa que se fosiliza en cuanto pierde temperatura.
El menú de La Ereta desmonta cualquier tipo de prejuicio que puedas tener sobre esa gastronomía mediterránea corrompida por la demanda turística (que por supuesto existe, muy bien ejemplificada por una impresionante densidad de pizzerías, que asombraría a cualquier italiano). Los platos dejan patente esa imponente diversidad culinaria que ofrece la provincia; la esencialidad del mar en la ostra, el mejillón o el salmonete. Los guiños a la montaña en la sepia con manitas, setas y trufa. El tributo a la huerta de la Vega Baja del Segura en el huevo con alcachofas. O la complicidad con el característico dulce de la zona, en el postre de turrón. Maridados todos ellos con interesantes vinos, interpretados en clave de moscatel, que crean sinfonías diferentes de las habituales.
La Ereta es un must para los que buscan la cocina de territorio con un toque innovador, para los que quieren romper con esa imagen preconcebida de una cocina mediterránea sin raíces, y sobre todo para los que buscan una interpretación coherente del producto. Os recomiendo realizar vuestra invasión tanto de noche, como de día, en ambos casos las vistas son espectaculares.
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Aperitivos |
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Carrillera con romesco y migas de cebolla |
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Hamburguesa de pescado con mayonesa de soja |
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Magdalena de piquillo |
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Vinos alicantinos de Casta Diva - Bodegas Guitiérrez de la Vega |
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Ostra, albahaca, caviar cítrico y coco granizado |
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Mejillón, royal de erizo, escabeche de mandarina y pan negro |
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Huevo a 65º, alcachofa, trufa y mollejitas en su jugo |
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Sepia, caldo de tubérculos, manitas confitadas, setas y trufa |
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Arroz de pulpo y alli oli de membrillo con hinojo a la brasa |
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Salmonete, pericana y aceite de “rostit” |
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Presa a la brasa, calçot y mojo de arrope |
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Kojak |
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Mojito |
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Yogurt de calabaza |
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Tarta del cole |
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Corte de turrón |
Calle de Ereta – Castillo de Santa Bárbara
Alicante
965 14 32 50
1 comentario:
Mira, que vivo cerca de alicante, a 10 km, y si había visto el restaurante en el castillo, pero no sabía que hacían estas maravillas.
Felicidades por esta descripción encantadora.
un abrazo
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