Hace unos días se celebraba en Zaragoza la segunda edición de Gastronamía, un foro de reflexión que pretende dar respuesta a cuestiones de índole contemporánea. En esta ocasión el tema escogido proponía profetizar cómo será la gastronomía dentro de 25 años, objetivo que a duras penas se consiguió, ya que se insistió en hacer una labor revisionista y endogámica, por estatal, de la gastronomía.
Visiones un tanto miopes que no sirven para dar respuesta a una pregunta tan inquietante y fascinante como la que nos ocupaba. A mi juicio, hay que hacer un análisis mucho más minucioso de las miles de parcelas que componen la gastronomía como hecho cultural, para de esta forma tener una visión mucho más panorámica y real.
Cada día nos encontramos noticias que nos permiten hilar fino en eso de pronosticar qué puede pasar de aquí a 25 años en aspectos muy concretos. El asco al que se enfrentan los millennials por tocar la carne cruda que van a cocinar, es un hecho para conjeturar, con datos de pasado y presente, cómo serán las decisiones y opciones alimentarias del mañana.
Precisamente ayer, me tropecé con una de esas noticias que permiten hacer ejercicios de especulación futurística. Cruzando ciertos argumentos con otras noticias relacionadas con el tema, he gestado una profecía que podría hacerse realidad en un futuro no muy lejano, mucho menos de 25 años, y que cambiaría sustancialmente la forma de reparto de la comida a domicilio, así como las compras online a supermercados. Algo que por otra parte, podría afectar de lleno al futuro de los restaurantes.
La idea ha surgido al ver un nuevo vehículo de reparto que ha aparecido en los medios de comunicación. Se trata de Scoobic, un híbrido entre una moto y una furgoneta de reparto que funciona con energía 100% eléctrica, dispone de 8 horas de autonomía, se recarga en 1 minuto, su capacidad de transporte es de 750 litros (ampliable con remolque), está homologado como moto y pesa apenas 245 kg.
Pero además, incluye un desfibrilador inteligente y un depurador de carbono que filtra el aire convirtiendo a Scoobic en un vehículo que salvavidas y en un purificador urbano. Un vehículo simpático y mucho más realista que los drones (que tienen problemas para conseguir licencias de vuelo) o los robots autónomos de reparto (vulnerables a todo tipo de actos delictivos). Además tiene posibilidades mucho más versátiles, ya que podría incluir un remolque en el que hubiese un módulo de cocina, a modo de foodtruck o carrito de comida, de modo que se podrían realizar elaboraciones al momento. Otra de las diferencias fundamentales, que da mucha más versatilidad a este sistema de reparto, es el factor humano, ya que es una persona la que lo maneja.
Pensando en la capacidad de reparto de este vehículo, que podría realizar múltiples repartos con una misma carga, una llega a la conclusión de que esa virtud se volvería todo un problema si el pedido es de comida preparada para llevar, lo que ahora se llama delivery. Porque, repartir la gran cantidad de pedidos que es capaz de transportar, haría que se retrasasen la mayoría de las entregas, ya que el vehículo, por cerca que estén los diferentes puntos de entrega, tiene que llegar al destino y tramitar la entrega, y esa es una gestión que lleva su tiempo.
Está claro que la gestión de reparto de estos vehículos no puede ser como la que conocemos hoy en día, más reducida en cantidad ya que los repartidores viajan en moto y sus recursos están limitados, así que habría que darle un nuevo enfoque radicalmente diferente. Se me ocurre que podría inspirarse en los dabbawalas, un sistema logístico de reparto de comida que se usa en la India para repartir las fiambreras de comida que las mujeres preparan cada mañana a sus maridos, y que son entregados todavía calientes en sus puestos de trabajo.
De las más de 175.000 dabbas (fiambreras de varias alturas típicas de la India) que cada día distribuyen los aproximadamente 5.000 dabbawalas por todo Bombay, se comete 1 error por cada 6.000.000 entregas, lo que otorga a este sistema logístico en un 99,9999 % de precisión. Aunque en la actualidad usan algunas tecnologías contemporáneas de comunicación y gestión, su modelo no ha cambiado apenas en los 125 años de trayectoria de servicio, siendo caso de estudio de universidades como Harvard y analizado por medios como The New York Times o The Economist.
Aunque interesante, dudo que sea el modelo indio de reparto el que dé solución al uso eficaz que puede tener Scoobic. Encuentro mucho más interesante que el modelo en el que inspirarse sea que el usa Amazon para gestionar sus pedidos. Al contrario de lo que nos indica la lógica, sus almacenes (que tienen el tamaño de 12 campos de fútbol) no distribuyen los productos del mismo tipo colocándolos todos juntos, no. Lejos de colocar los “Cargadores de móvil tipo X” en el mismo lugar y todos juntos, sus instalaciones consisten en miles de estanterías con nichos donde hay diversos tipos de artículos mezclados sin ninguna lógica aparente.
De esta forma, cuando los trabajadores de Amazon (todavía hablamos de seres humanos, pero será por poco) van a preparar un pedido, lo hacen en un área en el que pueden encontrar muchos de los artículos que ha pedido el cliente, ya que en vez de tener una gran cantidad de un producto agrupado, hay miles de productos diferentes en una pequeña zona del almacén. Un cierto caos organizado que permite no tener que perder tiempo desplazándose por las enormes instalaciones de Amazon, para conseguir todos los artículos que forman parte de un pedido, ya que el sistema les dice exactamente qué hay que recoger y dónde está.
Detrás del éxito de este modelo logístico hay un potente algoritmo, exclusivo de Amazon, que les permite tener un control total del almacén y de la ubicación de todos los productos. Imaginemos ahora este sistema implementado a la capacidad de reparto de Scoobic. Supongamos se dispone de una cocina central en la que se elaboran un determinado número de platos de un menú (pongamos que se trata de hamburguesas o pizzas, aunque podría ser comida más sofisticada o casera) y que cada vehículo Scoobic carga toda su capacidad con el surtido de comida completo de esa cocina central. Pero no sólo hay un Scoobic, sino que varios de ellos están circulando simultáneamente por el centro de la ciudad, de forma que cuando un cliente haga un pedido, el vehículo más cercano será el que vaya a servirle el pedido, ya que contará con todo el menú del establecimiento disponible en su carga.
Los tiempos de entrega de la comida preparada se acortarían sustancialmente, ya que la cantidad de vehículos circulando por la ciudad será lo suficientemente alto como para que haya uno a pocos minutos del destino. A partir de aquí se postulan varias posibilidades, como que por ejemplo el vehículo no cuente con todos los productos del pedido, porque los haya ido vendiendo durante la jornada. Una solución es que dos o más vehículos sirvan simultáneamente el pedido, entregando cada uno de ellos los productos que tiene disponible en su depósito de carga. Esto sería un inconveniente para el cliente, que tiene que atender a varios mensajeros, pero es posible que tampoco haga falta recepcionar la comida en casa.
Especulo con que en el futuro contaremos con buzones mucho más grandes e inteligentes, que nos evitarán tener que estar en casa para recibir cualquier tipo de pedido. De forma que, volviendo al caso hipotético de los Scoobic, este buzón nos avisará cuando se haya completado el pedido, una vez que los vehículos oportunos se hayan acercado a dejar los artículos solicitados. De hecho, es posible que esos buzones estén distribuidos en diferentes lugares de la ciudad y podamos acordar puntos de cogida que no sean exclusivamente nuestra casa o el trabajo. Es más, estos vehículos podrían ser como un taxi take away que cualquiera pudiera parar en cualquier momento y solicitar alguno de los artículos que transporta.
Ampliando la óptica funcional de estos vehículos, serían una buena herramienta para la entrega de compras en supermercados online. Precisamente hace unos días Alibaba, socio de Auchan/Alcampo, presentaba su propio vehículo autónomo de entrega de pedidos online. El robot, llamado G Plus, dispone a su vez de una tecnología propia llamada Cainiao box, un buzón inteligente que es capaz de desbloquear el acceso al pedido mediante reconocimiento facial.
Aunque algunos de los indicadores sociales apuntan a que los jóvenes salen cada vez menos de casa, el reparto de comida, o compra online de alimentos, no puede pasar por el hecho de estar físicamente en el punto de entrega del pedido. Por ese motivo, multinacionales como Visa están probando diferentes modelos en un laboratorio de compras, donde pueden experimentar con fórmulas diferentes con las que ganar y retener clientes. El caso más práctico es el que permite recoger la compra de alimentos online de un buzón ubicado en un punto de encuentro acordado, y que se desbloquea para su acceso con la tarjeta Visa.
Es posible que en los próximos meses veamos servicios de recogida de compra online de alimentos, al estilo de los Mc Auto. De hecho, supermercados como ELeclerc ya disponen de este servicio llamado Drive en Francia, con el inconveniente de que es necesario el coche para completar el trámite, algo que no tendrá mucho futuro más adelante, cuando se deje de tener coche primero y de conducir después (esa es otra profecía en la que no me voy a meter). Pero, siguiendo con la hipótesis de múltiples vehículos de reparto, es posible que también los supermercados online opten por este recurso. Llegado el caso, nos encontraríamos con el hecho de que los barrios tendrían infinidad de recursos de abastecimiento, pero exclusivamente móviles. La tienda de barrio física y estática desaparecerá, para volver al sistema de venta primitivo del mercado de puestos itinerantes, que nos serían más que Scoobics cargados de todo tipo de alimentos frescos y procesados.
Dejando volar la imaginación, dispondríamos del buzón inteligente que mencionaba anteriormente y éste iría recepcionado los diferentes artículos que hayamos comprado y que estén siendo suministrados por diferentes vehículos de reparto, en función de si dispone de ese producto en su carga. El sistema avisaría una vez terminado de entregar el pedido y nos permitiría la libertad de poder estar o no en el punto de entrega, para poderlo recoger a posteriori.
Si realmente el futuro está lleno de pequeños vehículos/almacén, recorriendo las ciudades durante 24 horas al día mientras reparten comida o artículos de alimentación, no resulta muy arriesgado suponer que los restaurantes físicos (además de mercados y supermercados) se verían en la sería tesitura de desaparecer. Una cocina central permitiría el suministro, ahorrando los costes de alquiler o compra de un local para que coman los clientes, además del personal necesario para atenderlo.
Posiblemente todos estos argumentos juntos resulten un tanto pesimistas, algo que el humano postmoderno no lleva muy bien, ya que prefiere pensar que con una sonrisa y pensamientos alegres el mundo acabará siendo un lugar mucho más justo y feliz. Pero no, eso no pasa. Mientras nos seguimos contando mentiras unos a otros, y sonriéndonos mientras los hacemos, el congreso Gastromanía de Zaragoza acabó siendo una lamentable demostración del “yo he venido a hablar de lo mío”, haciendo que las visiones fuesen marketinianas, subjetivas y torticeras.
El aumento de la comida a domicilio es un hecho que, unido a la inminente desaparición de la cocina como espacio doméstico (tengo reescribir este artículo para Garbanita.com, ya que originalmente contenía muchos más argumentos e información antropología e histórica), nos pone delante una cosmovisión con la que poder trabajar todo tipo de teorías proféticas, siempre y cuando lo hagamos con independencia y cierta valentía. Porque estos no son textos para ganar seguidores, likes y compartidos. Sirven para pensar y como no nos pongamos pronto a ello, vamos a tener disgustos muy serios.
Hasta aquí este capítulo de BlackEat Mirror ;)
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