Hace ya unos meses, a finales de septiembre, aprovechamos un inusualmente soleado y cálido fin de semana para escaparnos por el suroeste de Francia. He contado ya muchas veces en este blog, que me encanta ir a los supermercados de esa zona y traerme nuevos productos que descubro, así como otros que aquí son difíciles de encontrar y son auténticas delicias (en concreto estoy pensando en el queso Sant Felicien, los siropes de frutas, la tarama, vinagretas o sales).
Ese fin de semana además de ir de compras, decidimos pasar el día en la aristocrática ciudad de Biarritz. Desde que la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, se dejase caer por allí tras la muerte de su marido, Biarritz se ha transformado de pueblo de pescadores de ballenas, en un famosa y distinguida localidad balneario. Imponentes castillos e iglesias, un elegante casino, preciosas calas y playas, y sobre todo sus coquetas calles peatonales, hacen que pasear por Biarritz sea una experiencia inolvidable.
Nada más llegar nos fuimos al paseo de la Grand Plage para disfrutar de la panorámica que ofrece el mar azul lleno de surfistas y una gran cantidad de bañistas, que apenas disponen de 50 metros seguros de playa para el baño, por lo peligroso que es el mar en esa zona. Las terrazas de la Grand Plage, son un observatorio perfecto para analizar el refinamiento y el lujo que desprende la ciudad y sus gentes. Mientras disfrutábamos de la vista, y porqué no decirlo, cotilleábamos sobre algunos ilustres paseantes, nos tomamos un agua Perrier con sirope de limón, imitando esa costumbre de los franceses de aromatizar el agua con gas. Los precios son tan finolis como el resto de Biarritz, y por el Perrier con limón cobran alrededor de 4€. Si haces números y calculas lo que puede costar en proporción comer o cenar en una población tan turística, comienzas a ponerte en lo peor.
Decidimos darnos un paseo la costa, recorriendo el puerto y el paseo marítimo que lleva hasta el Museo del mar, y posteriormente a la Roca de la Virgen (Rocher de la Vierge), una pequeña roca a la que se accede desde una pasarela y donde hay una figura de la Virgen mirando al mar. El delicioso olor a sardinas asadas que nos perfumó el paseo por el puerto viejo, nos sugestionó de tal forma que teníamos muy claro que íbamos a darnos un festín a base ese pescado. Recorriendo la Rue Port Viexu vimos que quizás lo fuese tan caro comer en Biarritz, como pensamos en un primer momento.
La estupenda temperatura de ese día nos animó a sentarnos a comer en la terraza del Restaurante Le Palmarium, que ofrece una singular mezcla gastronómica en su carta: pizzas, paella y platos tradicionales franceses. Capitoni totalmente hipnotizado por las fragancias del paseo, pidió sardinas asadas y yo decidí seguir mis impulsos y pedir lo que prácticamente estaban comiendo el resto de comensales de la terraza: moules à la creme. Entre deliciosos rayos de sol disfruté de una enorme bandeja de mejillones al vapor con una salsa a base de nata líquida y toques de pimienta, guarnecida además con una generosa cantidad de patatas fritas.
Los mejillones denominados de cuerda (moules de cordes), están cultivados en las localidades cercanas y son más pequeños que de habitual. Tienen un sabroso sabor yodado, una carne jugosa y firme. La receta me inspiró para cocinar los mejillones con salsa de azafrán del siguiente post. La cantidad del plato era tal, que ni compartiéndolos pude acabar con ellos. Lo más fascinante fue la cuenta, que con una botella grande de agua mineral, fue de 25€ y terminamos completamente saciados.
Continuamos caminando por la parte interior de Biarritz, viendo tiendas, iglesias y otros monumentos de la ciudad, hasta llegar a la famosa Pastelería Miremont. El antiguo salón de té es el sitio ideal para disfrutar de una deliciosa tarta de limón, mientras la vista se pierde en el profundo azul del mar. El aire aristócrata del local y sus innumerables delicias, hace que la visita sea un auténtico delirio para los sentidos.
Antes de acabar la excursión nos acercamos hasta una librería donde compré varias revistas de cocina francesas. Es impresionante el número y la calidad de las publicaciones gastronómicas en ese país, de las que tendrían mucho que aprender las editoriales españolas. Escribiendo este artículo me están entrando unas enormes ganas de volver a escaparme a pasar el día a Biarritz y comer una generosa ración de moules à la creme y después tomar el té en Miremont.
Ese fin de semana además de ir de compras, decidimos pasar el día en la aristocrática ciudad de Biarritz. Desde que la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, se dejase caer por allí tras la muerte de su marido, Biarritz se ha transformado de pueblo de pescadores de ballenas, en un famosa y distinguida localidad balneario. Imponentes castillos e iglesias, un elegante casino, preciosas calas y playas, y sobre todo sus coquetas calles peatonales, hacen que pasear por Biarritz sea una experiencia inolvidable.
Nada más llegar nos fuimos al paseo de la Grand Plage para disfrutar de la panorámica que ofrece el mar azul lleno de surfistas y una gran cantidad de bañistas, que apenas disponen de 50 metros seguros de playa para el baño, por lo peligroso que es el mar en esa zona. Las terrazas de la Grand Plage, son un observatorio perfecto para analizar el refinamiento y el lujo que desprende la ciudad y sus gentes. Mientras disfrutábamos de la vista, y porqué no decirlo, cotilleábamos sobre algunos ilustres paseantes, nos tomamos un agua Perrier con sirope de limón, imitando esa costumbre de los franceses de aromatizar el agua con gas. Los precios son tan finolis como el resto de Biarritz, y por el Perrier con limón cobran alrededor de 4€. Si haces números y calculas lo que puede costar en proporción comer o cenar en una población tan turística, comienzas a ponerte en lo peor.
Decidimos darnos un paseo la costa, recorriendo el puerto y el paseo marítimo que lleva hasta el Museo del mar, y posteriormente a la Roca de la Virgen (Rocher de la Vierge), una pequeña roca a la que se accede desde una pasarela y donde hay una figura de la Virgen mirando al mar. El delicioso olor a sardinas asadas que nos perfumó el paseo por el puerto viejo, nos sugestionó de tal forma que teníamos muy claro que íbamos a darnos un festín a base ese pescado. Recorriendo la Rue Port Viexu vimos que quizás lo fuese tan caro comer en Biarritz, como pensamos en un primer momento.
La estupenda temperatura de ese día nos animó a sentarnos a comer en la terraza del Restaurante Le Palmarium, que ofrece una singular mezcla gastronómica en su carta: pizzas, paella y platos tradicionales franceses. Capitoni totalmente hipnotizado por las fragancias del paseo, pidió sardinas asadas y yo decidí seguir mis impulsos y pedir lo que prácticamente estaban comiendo el resto de comensales de la terraza: moules à la creme. Entre deliciosos rayos de sol disfruté de una enorme bandeja de mejillones al vapor con una salsa a base de nata líquida y toques de pimienta, guarnecida además con una generosa cantidad de patatas fritas.
Los mejillones denominados de cuerda (moules de cordes), están cultivados en las localidades cercanas y son más pequeños que de habitual. Tienen un sabroso sabor yodado, una carne jugosa y firme. La receta me inspiró para cocinar los mejillones con salsa de azafrán del siguiente post. La cantidad del plato era tal, que ni compartiéndolos pude acabar con ellos. Lo más fascinante fue la cuenta, que con una botella grande de agua mineral, fue de 25€ y terminamos completamente saciados.
Continuamos caminando por la parte interior de Biarritz, viendo tiendas, iglesias y otros monumentos de la ciudad, hasta llegar a la famosa Pastelería Miremont. El antiguo salón de té es el sitio ideal para disfrutar de una deliciosa tarta de limón, mientras la vista se pierde en el profundo azul del mar. El aire aristócrata del local y sus innumerables delicias, hace que la visita sea un auténtico delirio para los sentidos.
Antes de acabar la excursión nos acercamos hasta una librería donde compré varias revistas de cocina francesas. Es impresionante el número y la calidad de las publicaciones gastronómicas en ese país, de las que tendrían mucho que aprender las editoriales españolas. Escribiendo este artículo me están entrando unas enormes ganas de volver a escaparme a pasar el día a Biarritz y comer una generosa ración de moules à la creme y después tomar el té en Miremont.
5 comentarios:
Mejillones y tartatetas con pezón de fresa... qué porno.
Si que es porno!
¿sabeis a que se le dice moule (mejillón) en Frances?
pues eso.
El pais vasco frances es una de las zonas mas bonitas del mundo.
Si que Biarritz es algo pijo, pero guapo, y sant jean pied du port, Bayona, Saint jan de la lumiere!!!
Y no compraste piment d'espelette?
fino,fino!
Otra cosa.
El tema moule-frites, que es plato nacional en Belgica, e importado a todo Francia; esta bien, pero el mejillón Frances...Creo que el gallego, grandecito, es en general bastante mejor.
Deberiamoshacer una comparativa, no tan generalista, sino probando los mejores ejemplares de cada zona.
Un fuertisimo gracias por tu blog.
oohh Biarritz, qué recuerdos! Gracias por postear esto Garbancita!
Este tema sobre Biarritz cantado por Víctor Manuel Muñoz puede servir de música de fondo:
http://www.goear.com/listen/176a839/
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