Bucólica entrada a las playas de Isla Canela, en la zona de edificios tipo Exin Castillos. Las pasarelas elevadas permiten pasar por encima del sistema dunar protegido de estas playas. |
No amigo friki, no estoy hablando de la Isla Canela de Pokemon, sino del barrio de la localidad de Ayamonte, en Huelva, que tiene salida al mar. Se trata de un lugar singular, ya que la parte antigua tiene el encanto de un pueblito costero, mientras que la zona más nueva parece una urbanización creada con un videojuego de construir ciudades; un extraño y sucesivo corta y pega de edificios de la constructora de Exin Castillos.
Las playas de esta última zona, separadas de las edificaciones por un sistema protegido de dunas y palmeras, son realmente espectaculares. Sorprenden las largas mangas de arena, que crean un paisaje irregular con pequeñas lagunas, donde la gente pasa el día recogiendo coquinas (tellinas) y puedes encontrar toneladas de lechuga de mar en sus raras orillas.
En el extremo de la cuadricula de construcciones clonadas que da a la ría, se encuentra uno de los pocos residuos de lo que fue el barrio de pescadores de Punta del Moral. El chiringuito de Antonio, que desde 1970 lleva ofreciendo una carta austera, de la que su arroz marinero es su más importante protagonista.
El lugar es modesto y pocas cosas parecen haber cambiado en los últimos 40 años, pero el éxito de sus especialidades es tal, que su terraza está siempre abarrotada y es habitual que haya que esperar para conseguir mesa. En el solar de al lado del Chiringuito de Antonio, un parrillero va preparando sardinas a brasa, otro de los platos, junto a las coquinas y el arroz, con más demanda de este establecimiento.
Sugestionados por el aroma de la barbacoa, decidimos pedir media docena de sardinas como entrante para compartir y que fuese con el arroz marinero con lo que nos pusiéramos las botas. Servido en caldero, se trata de un arroz caldoso enriquecido con almejas, choco y gambas. La ración para dos personas cuesta 25€ y da como para repetir dos o tres veces.
Estaba muy bueno, pero le encuentro la misma pega que a muchos de los arronces caldosos, y es que no se escoge bien la variedad del arroz para que éste absorba los sabores del caldo y la guarnición, y que no sepa demasiado a almidón.
Económico, con encanto y sin pretensiones, es un sitio perfecto para comer un día de playa y después echarte una buena siesta debajo de la sombrilla.
El chiringuito de AntonioLas playas de esta última zona, separadas de las edificaciones por un sistema protegido de dunas y palmeras, son realmente espectaculares. Sorprenden las largas mangas de arena, que crean un paisaje irregular con pequeñas lagunas, donde la gente pasa el día recogiendo coquinas (tellinas) y puedes encontrar toneladas de lechuga de mar en sus raras orillas.
En el extremo de la cuadricula de construcciones clonadas que da a la ría, se encuentra uno de los pocos residuos de lo que fue el barrio de pescadores de Punta del Moral. El chiringuito de Antonio, que desde 1970 lleva ofreciendo una carta austera, de la que su arroz marinero es su más importante protagonista.
El lugar es modesto y pocas cosas parecen haber cambiado en los últimos 40 años, pero el éxito de sus especialidades es tal, que su terraza está siempre abarrotada y es habitual que haya que esperar para conseguir mesa. En el solar de al lado del Chiringuito de Antonio, un parrillero va preparando sardinas a brasa, otro de los platos, junto a las coquinas y el arroz, con más demanda de este establecimiento.
Sugestionados por el aroma de la barbacoa, decidimos pedir media docena de sardinas como entrante para compartir y que fuese con el arroz marinero con lo que nos pusiéramos las botas. Servido en caldero, se trata de un arroz caldoso enriquecido con almejas, choco y gambas. La ración para dos personas cuesta 25€ y da como para repetir dos o tres veces.
Estaba muy bueno, pero le encuentro la misma pega que a muchos de los arronces caldosos, y es que no se escoge bien la variedad del arroz para que éste absorba los sabores del caldo y la guarnición, y que no sepa demasiado a almidón.
Económico, con encanto y sin pretensiones, es un sitio perfecto para comer un día de playa y después echarte una buena siesta debajo de la sombrilla.
Espigón s/n
Punta del Moral - Huelva
959 502 201
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